Y se nos fue otro 18. Fecha inmortal y sublime en la cual
exhalamos patriotismo por todos los poros del cuerpo. Época del año en que
todos los rincones del país, desde el más monstruoso mega mercado de patente
extranjera, hasta el más charcha almacén de la esquina se tiñen del blanco,
azul y rojo de la bandera más hermosa del mundo. Días en los acordes de nuestro
baile nacional, la cueca, resuenan por doquier, y en donde no falta la más
insigne pieza musical de todas… la inefable “consentida”.
Pobre de aquél vende patria que ose decir que la cueca es un
baile de mierda, o que no engalane la fachada de su casa del emblema patrio, o
de siquiera pensar que esta larga y delgada faja de tierra no es, a lo sumo, la
“copia feliz del Edén”.
No es que no me guste comerme un buen asado con los amigos,
o empinar el codo en torno a una parrilla, o de gozar de unos días libres. Si
tan weón no soy. Lo que verdaderamente no comparto es la poca autocrítica e
hipocresía que tenemos. Que mientras defiendas a la cueca u otros símbolos
patrios a mano empuñada durante el mes de septiembre, durante el resto del año
métele reggaetón o series turcas, tan en boga en nuestros días. Que se escuchen
una y otra vez las mismas piezas musicales, principalmente del repertorio de
los huasos facheros, tanto en tiendas como en colegios, dejando de lado otros
aspectos de nuestra cultura. Porque lo
“chileno” no se remite a una chupalla, un poncho, una bandera o a una serie de
símbolos institucionalizados por tal o cual gobierno. Tiene que ver con lo que
creamos y generamos entre todos, lo que verdaderamente hace que Chile sea
nuestro país.
¿Qué es, entonces, eso que llamamos Chile? Me temo que la
respuesta, según mi humirde punto de vista no es algo muy alentador.
Hace unas semanas, la noticia de un atentado terrorista en
el metro de Santiago, ocupó las portadas de gran parte de los medios de
comunicación. Quiero que quede claro, para el par de mermes que se van a dar la
lata de leer estas palabras, que no estoy en absoluto de acuerdo con el uso de
la violencia como forma de disuasión. Pero, el tratamiento que se dio al hecho
se detuvo en la forma, en el acto mismo, sin ahondar en las razones de aquél.
Dejando de lado que el fondo del hecho no sea más que el accionar de uno que
otro anarquista enajenado, queda claro que cada vez más, un grupo de la
población está más que cansado de la forma en que funciona el país.
No pude ser que vivamos en torno al pago de cuentas, de que
cada fin de mes, estemos contando las chauchas y los días que quedan para el
próximo sueldo. No puede ser que el ser chileno sólo nos de beneficios para
acceder a más créditos, a más consumo. No puede ser que el éxito económico de
una nación radique sólo en la capacidad de consumo que sus ciudadanos tengan.
No puede ser que, la tan necesaria reforma tributaria, se haya transformado
sólo en una manga de aumentos que afectan, nuevamente, a la clase media; y que
la manga de empresarios, difundiera a los cuatro vientos la inevitable alza del
desempleo en caso de que la propuesta original llegara a ser aprobada. La
política del miedo, del terror, triunfando una vez más.
No puede ser que, mientras gran parte de la población lucha
por el “sueño del auto y la casa propia” no nos preocupe en demasía que, al
jubilarnos, nuestra pésima previsión sólo nos alcanzará para comprarnos un par
de aspirinas y un cojín para esperar un poco más cómodos, la muerte que nos
libere de una indigna vejez. (Lo más ridículo de todo esto es que una de las
soluciones que proponen las humanitarias AFP’s consiste en realizar una
cotización voluntaria y aumentar la edad de jubilación.
Son tantos los “no puede ser” que una lágrima casi cae en el
teclado de mi Atari, así es que lo dejo ahí.
Pero lo más terrible de todo, desde mi punto de vista, es
que no nos demos cuenta de nada de esto. Que sigamos pensando en Chile como “la
copia feliz del Edén” cuando, a todas luces, vivimos en uno de los países más
desiguales del mundo… que los parajes del sur son tan hermosos, pero ´solo un
pequeño porcentaje de la población los pude visitar, ya que es más económico
vacacionar en las tierras de nuestros vecinos que en las propias.
Sigamos poniéndonos el sombrero de huaso y la manta
tricolor, comiendo empanadas a destajo y tomando a más no poder; escuchando una
y otra vez las inefables canciones que sólo oiremos una vez al año, porque
total, ya se nos vine diciembre para seguir evadiendo y festejando… pero ojo,
tenga claro que Chile no es nuestro, es de un grupo de personas a las que les trabajamos
y compramos sus productos…”lo chileno” ya fue envasado y puesto en una vitrina,
para ser comprado en seis cuotas precio contado.